Federico Scurnik: “Los valores que llevo como bandera tienen su origen en un vestuario".
- Gonzalo Sorbo
- 14 may 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 28 may 2020
El "Ruso" como es conocido en el ascenso, es arquero y capitán del club San Martín de Burzaco, tiene 36 años y obtuvo tres ascensos con diferentes equipos, uno de ellos con su actual club. Desde jugar con Carlos Tévez a pasar por tres carreras universitarias y las aspiraciones de seguir ligado al mundo del fútbol.

¿Qué recuerdos tenés de tu infancia y de la relación con tus papas?
Tengo muy buenos recuerdos de mi infancia pasando los días en un club de barrio con muchos amigos y siempre haciendo todo tipo de actividades.
Me crie en una familia de clase media-baja, los primeros años recuerdo que estuvimos mejor económicamente que en mi adolescencia, pero eso no influyó en la excelente relación que tuve con mis viejos. Mi mamá es lo mejor que hay, siempre estuvo en todo lo que necesité y dándome todo lo que tenía, que quizá no era lo que pretendía, pero era lo que ella podía y ahora de grande lo valoro más. Con mi papá igual, tal vez un tipo más estructurado o enchapado a la antigua, pero siempre dándonos todo. Nunca noté su ausencia, al contrario, los sentí de soporte. A lo mejor cuando uno es chico no tiene la capacidad reflexiva que tiene de grande y siente que lo que le dan es poco, pero hoy entiendo que me dieron todo lo que tenían.
¿Hacías caso?
(risas) Sí, hacía caso porque no me quedaba otra, no tenía mucho campo de autonomía, pero sí, más allá de otra travesura siempre fui un chico aplicado.
¿Cómo fue el proceso para llegar a ser un jugador profesional?
El proceso fue muy difícil, fueron muchas frustraciones que atentaron contra el objetivo que tenía. Arranque en la categoría ´84 de All Boys, era un equipo muy famoso para la época y compartí ni más ni menos que equipo con Carlos Tévez. Era el arquero titular y de un día para otro no sé qué paso, perdí mi lugar y después me dejé estar. Cuando sos chico uno necesita continuidad en los partidos. A raíz de eso me dejaron libre y en edad de octava división un técnico que tuve de chico me llamó para ir Comunicaciones y fui. Las condiciones para ser profesional eran muy precarias, era un club menor de la "C" y es difícil en la etapa formativa pretender llegar al profesionalismo cuando las condiciones no estaban dadas. Al año siguiente, hice un click en mi cabeza y entendí que tenía condiciones y si peleaba podía llegar al objetivo. A los 16 hice pretemporada con el plantel de primera y en edad de quinta me subieron definitivamente. Con 18 años me tocó debutar después de muchos partidos en el banco y a partir de ahí no tenía dudas que iba a ser un arquero profesional.
Mi posición es mucho más difícil que cualquier otra y más en mi caso que no tenía una formación específica. Fue un camino difícil, pero tenía la convicción de que lo iba a lograr. Ahora miro para atrás y puedo darle valor a todo lo que conseguí.
En ese trayecto en el que pasaban los años y centrado en llegar a primera. ¿Estudiabas? ¿Qué te decían tus padres al respecto?
Sí, siempre estudié. Tenía a mi vieja que me inculcaba el tema del estudio y gracias a eso terminé el secundario e hice un año de periodismo deportivo, después hice 3 años de kinesiología y la postergué. A los pocos años arranqué la carrera de psicología social y después hice 2 diplomaturas de psicología en el deporte. Además, me ayudó mucho haber llegado a la UAI Urquiza, donde estuve 3 años y concentrábamos demasiado, lo que me facilitaba mucho para estudiar. Siempre tuve facilidad para el estudio, aunque me costó encontrar la vocación, pero tenía en claro que un título tendría que tener porque debía regalárselo a mi vieja.

¿Hay valores que se aprenden dentro de un club que quizá no en una institución educativa?
Sí, obviamente después de pasar tantos años y facultades me di cuenta que hay cosas que te da el vestuario y no se aprenden en otro lugar.Experimentas cuestiones de lealtad, de solidaridad, de compañerismo, que no lo encontrar en ningún libro. Habiendo tenido la posibilidad y la capacidad de formarme en varias áreas, los valores que tengo y que llevo como bandera tienen su origen en un vestuario de fútbol. Cuando hablo, habla el futbolista por encima de todo lo otro, porque es lo que más me marcó. Tuve compañeros que sin proponérselo y compartiendo vivencias aprendí muchísimo más de ellos que en cualquier otro lado. Hay cosas que sirven para lo cotidiano, no para ir en busca de un diploma, cuestiones que sirven para llevar la vida de otra forma con un espíritu mucho más combativo. Siempre es importante tener un poco de todo, pero lo que más me formó como persona fue el vestuario muy por encima del estudio.
¿Consideras qué hay cuestiones como sentimientos, emociones o pensamientos que ocurren en una cancha de fútbol que los libros no puedan explicar?
Sí, totalmente. Se da una experiencia mágica que las interacciones no tienen palabras.
Ver a un compañero que realiza una acción referida a lo deportivo y que sin decir nada te comunica muchas cosas, (no dando una pelota por perdida o salvando un gol) son interacciones con lenguaje corporal que son únicas y que no vivís en otro ámbito. Después hay otro tipo de emociones que son entorno al fútbol, que se dan en un vestuario o que son situaciones inesperadas. En 2015 nos tocó la desgracia de sufrir el fallecimiento de un compañero (Emanuel Ortega) e interactuamos de muchas maneras en una situación atípica donde hay secuencias que quedan grabadas.
¿Qué significa para vos ser un jugador de fútbol?
Es el mayor orgullo que yo tengo, más allá de que tuve la oportunidad de capacitarme y de tener otra profesión, de estar ligado en la psicología del deporte, como así también aprender de chico a tocar el órgano y formar una banda de música que también me apasionaba. Pero lo principal en mi vida es ser un jugador de fútbol, donde voy, soy un futbolista, del ascenso, humilde pero orgulloso.
¿Qué consejos les das a aquellos juveniles que están realizando el proceso de inferiores? ¿Y a los padres?
Decirles que si es su pasión, la constancia tiene premio, tarde o temprano. A veces el talento acorta esos tiempos y muchas otras no alcanza porque hay que ser un apasionado además de talentoso. Yo me considero un apasionado, de discutido talento, para algunos un poco mejor que para otros, pero nadie me puede discutir que sea un apasionado. Mi consejo es la persistencia, la convicción, más allá que es un camino complicado llegar a ser jugador profesional, aunque del ascenso es algo hermoso.
Y a los padres simplemente que sean sostén, no sirve de nada la exigencia, ya uno tiene suficiente con ir a entrenar todos los días, ir mejorando y aprendiendo. La auto presión que uno se ejerce es mucha. No necesitamos obstáculos, necesitamos sostén, aquel que esté en casa esperándonos cuando ganemos y sobre todo cuando perdamos, porque cuando ganamos están todos, pero cuando perdemos no hay nadie.
Por: Sebastián Demczszyn
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